Brick house in La Eliana, Valencia: Una vivienda familiar al estilo mediterráneo con ladrillo cara vista blanco

Este proyecto es obra del estudio arquitectónico Sanchis Olivares, una vivienda unifamiliar al más puro estilo mediterráneo en el que la luminosidad juega un papel fundamental. Esto se consiguió gracias a la elección del ladrillo blanco cara vista de Cerámicas Mora que recubre toda la fachada, y en su interior, cuenta con espacios abiertos y grandes ventanales que dejan entrar la luz natural. Esta vivienda se encuentra en Eliana, Valencia, y su construcción concluyó a principios del verano de 2022.

La Eliana es un municipio de las afueras de València, conocido por sus grandes extensiones de ciudad jardín en torno a un núcleo urbano con una notable actividad social. A diferencia de otras poblaciones cercanas, su expansión terminó de consolidarse hace unas décadas, lo que ofrece el atractivo de disponer de los servicios que todavía no han llegado a los nuevos desarrollos y de poder disfrutar de frondosa vegetación en calles y parques.

En este paisaje consolidado, una pista de tenis se había segregado de la vivienda a la que pertenecía originalmente y gozaba de una óptima orientación, una agradable y frondosa vegetación perimetral que ofrecía la intimidad y sombra que no se encuentran en nuevas urbanizaciones, un árbol de gran porte y la posibilidad de reutilizar elementos como la solera de la pista, que se convertiría en el hormigón de limpieza del forjado sanitario, o un antiguo almacén subterráneo cuya huella ocuparía la piscina.

Probablemente en la distancia generacional del estudio con los clientes, entendían que la vivienda unifamiliar era una tipología del pasado, con un considerable impacto en su construcción y uso y que, por tanto, no debía repetir los mismos errores que observaban en promociones cercanas. Fue en cuestiones como la eficiencia energética, el escaso mantenimiento, la reducción de costes o la durabilidad de los materiales empleados donde encontraron los puntos en común que acabarían definiendo el proyecto.

El programa de la vivienda se plantea en planta baja, con una planta primera destinada a eventuales visitas. La marcada longitudinalidad de la parcela en la dirección norte-sur les llevó a distribuir la planta en espina, situando en el centro una franja con el corredor y las escaleras que distribuiría a dos bandas: la de levante, de mayor anchura con las estancias principales y la de poniente, de menor anchura, albergando los espacios servidores abiertos -cocina interior y cocina exterior con paellero- y los cerrados que, por su posición central, construyen como un mueble de gran tamaño en una madera verde que dialoga con la vegetación que se muestra a través de las ventanas.

Esta configuración espacial que nace de las orientaciones define las dos fachadas largas de la vivienda que a su vez moldean su volumetría. La fachada este se caracteriza por ser una fachada abierta y disponer de un patio, así como de varios quiebros y retranqueos que facilitan la entrada de la luz de mañana a los interiores, mientras que la fachada oeste es plana y opaca, buscando resguardarse del sol bajo la vegetación perimetral.

Las primeras maquetas mostraban una volumetría rotunda, definida por grandes paños ciegos y por la presencia de las chimeneas. Para no perder la escala doméstica debían evitar las superficies lisas y, apoyados por lo que se repetía en viviendas del entorno, llegaron al ladrillo. Probablemente obras de Kahn o Van der Laan que habían visitado recientemente también les ayudaron a llegar a esa conclusión.

La considerable sombra de la parcela, los deseos de los clientes y tal vez algo de intuición mediterránea les guiaron hacia la luminosidad del color blanco, pero la escasez de materia prima y la crisis de los transportes que marcaron el desarrollo de la obra redujeron las opciones disponibles y colocaron un ladrillo de arcillas blancas con tonos ocre. Fue en una visita con Manolo, el maestro caravistero, cuando vieron que no pasar la esponja para limpiar el mortero blanco que había manchado las piezas le daba a los muros cierta variación de tonos y los aclaraba. Si bien produjo un cierto desconcierto por parte de la constructora, que no daba crédito a dejar “manchada” una fachada de cara vista, el resultado final aporta una bonita pátina blanca a los paños, una variación de tonos y, a escala humana, una pequeña capa adicional de textura rugosa no uniforme.

Trataron que el resto de detalles y materiales acompañasen al ladrillo en su naturalidad y abstracción, pero la falta de stock y el aumento de costes llevaron a muchos cambios sobre el proceso, como no poder materializar todos los interiores con la piedra natural de los exteriores. Pese a ello, varios fueron los elementos que pudieron definir en detalle, como la pesada balda volada que realizó en terrazo un maestro de la piedra artificial y que colocaron como pie de chimenea con el único muro de ladrillo que entra dentro de la vivienda actuando con su propio peso contra el vuelco, o la pérgola que cubre la terraza y el espacio de cocina exterior, construida en listones de pino sobre vigas de canto variable que llegaron realmente justas de dimensión a la obra y que la habilidad del carpintero llevó a buen puerto. En la terraza, resulta notable el contraste entre la ligereza de la pérgola y su sombra con el peso de la chimenea del paellero.

La obra concluyó a principios del verano de 2022 dentro de tiempo y de precio, algo sorprendente en la tormenta perfecta que vivió y continúa viviendo el sector.

Estudio Sanchis Olivares

Sanchis Olivares es un estudio de arquitectura ubicado en Godella (Valencia). Está formado por Esther Sanchis y Álvaro Olivares, arquitectos por la ETSA de València (UPV) en 2018. Abarcan todo el proceso y la gestión integral coordinada con los distintos agentes intervinientes en el proyecto arquitectónico, desde el estudio urbanístico de viabilidad inicial hasta la finalización de las obras.

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