Entrevista a Ana María Montiel Jiménez y José María García del Monte, ganadores del XI Premio de Arquitectura de Ladrillo 2009-2011
El objetivo de este certamen es reconocer las mejores obras arquitectónicas de nuestro país que utilizan como material de construcción el ladrillo cara vista.
El proyecto ganador de este premio ha sido la obra “El Mercado de San Antón”, de los arquitectos José María García del Monte y Ana María Montiel Jiménez.
¿Qué habilidades han tenido que desarrollar como arquitectos para llevar a cabo este proyecto de rehabilitación de un mercado tan popular?
De partida, estamos hablando de un ejercicio de arquitectura en un lugar muy comprometido, por la visibilidad que tiene el lugar en la ciudad de Madrid; en ese sentido, la responsabilidad era muy fuerte, pero también cierta conciencia de “juego”, que permite aportar un soporte de liviandad que mejora el proceso de proyecto.
Por otro lado, en este caso no nos hemos limitado a proyectar y construir, sino que, en coordinación con el presidente de la Asociación de Comerciantes, Octavio Rodríguez Toledano, hemos desarrollado un completo trabajo de gestión integral de todo el proceso, llegando incluso a la participación en la selección de comerciantes, obtención de subvenciones y diseño de casi la totalidad de puestos, lo que nos ha permitido controlar todo el proceso de promoción del edificio de una manera muy satisfactoria.
En ese sentido, nuestra experiencia en este caso, que se suma a la de la gestión de la promoción de la vecina sede del Colegio de Arquitectos de Madrid, nos ha permitido disfrutar (y también sufrir) de una faceta de gestión integral de la arquitectura, que consideramos que es un bagaje distintivo y enriquecedor que estos últimos años hemos ido ganando.
¿Se han valorado los condicionantes del edificio preexistente a la hora de proyectar este nuevo edificio?
El edificio existente no tenía apenas valor, ni urbano, ni formal, ni constructivo, ni cultural; pero sí tenía una característica que fue heredada por el nuevo edificio: un patio central iluminado cenitalmente, que en aquel anterior edificio estaba oculto y degradado, pero que en potencia marcaba un camino intenso, que ahora hemos seguido y hemos potenciado.
A la hora de elegir los materiales, ¿qué criterios se han tenido en cuenta fundamentalmente?
El color del barrio y sus texturas: el Madrid galdosiano, que es éste del XIX que nos rodea en este barrio, es un Madrid de ocres de distintas gamas; el ladrillo suponía un modo de entroncar con esa tonalidad “de ojos entreabiertos”, pero manteniendo un sesgo diferenciador que todo edificio público debe siempre remarcar.
Con otro tipo de materiales, ¿se hubiera conseguido el mismo resultado estético? ¿cree que el ladrillo puede considerarse un material de futuro?
En nuestro ejercicio profesional hacemos valer las cualidades propias de los materiales, así como los materiales en sí mismos: queremos que cuando elegimos un material, éste impregne profundamente al edificio y lo caracterice de manera irremediable y contundente. Eso lo hemos hecho ya con acero galvanizado, con madera y, ahora, con ladrillo. El edificio “es” de ladrillo, y éste se apuntala en la afirmación de su presencia.
Por tanto, a nuestro modo de ver, lo que es del futuro y del pasado y de siempre, es decir, lo que es propio de la buena arquitectura, es que no mienta, que no falsee, que no mezcle restando tensión, sino que afiance su condición de rotundidad expresiva. ¿Ladrillo? Sí, claro, es eterno, pero lo que pedimos, como actitud necesaria, es la afirmación de su condición y sus cualidades, y no su puesta al servicio de otros intereses.
La obra transmite respeto por el entorno, ¿es uno de los objetivos perseguidos cuando se proyecta una rehabilitación de estas características?
Ésta es una obra nueva, pero también una rehabilitación en cuanto que supone devolver al lugar su condición de mercado, que había ido decayendo con los años. Digamos que es una rehabilitación urbana, en el más amplio sentido de la palabra.
En cuanto al entorno, su atención llega no sólo desde la tonalidad, ya comentada, sino desde la respuesta de los volúmenes a la condición de ese emplazamiento concreto: la calle Augusto Figueroa quiebra justo allí, y el edificio se encarga de dar una respuesta con una articulación, de tal modo que ayuda a entender esa inflexión que allí se produce. También es relevante la posición de las puertas de entrada, en especial la principal, en el chaflán que afronta el punto de mayor afluencia de transeúntes, desde la Plaza de Chueca (mientras que al antiguo edificio se entraba por el centro de la fachada de Augusto Figueroa, respondiendo no al entorno sino a su propia ley de simetría).
En fin, digamos que se responde al entorno, pero a un entorno ampliado, más allá del mero contexto visual.
¿Cuál ha sido la respuesta de los comerciantes y vecinos ante este nuevo mercado? ¿Cómo han aceptado las características del edificio actual?
Muy bien. La verdad es que la mayor satisfacción es encontrar siempre lleno aquel espacio, con vida, con gentío de un lado a otro… se ha convertido enseguida en un lugar donde comer, tapear, tomar unas copas… y desde el día primero, se ha integrado en la vida del barrio y de mucho más que el barrio. Se ha convertido en un lugar conocido en todo Madrid, lo cual es una enorme satisfacción: el antiguo mercado renqueaba y devenía decrépito, mientras que éste alberga y promueve una vida ciudadana extraordinaria.
Desde su punto de vista, ¿Qué expectativas de futuro ve para el sector de la construcción? La rehabilitación, ¿está siendo una salida a la crisis?
Carecemos de una visión de conjunto y tampoco pretendemos tenerla. Nos negamos además a entrar en el discurso fúnebre que nos rodea. Digamos que, de un modo inocente, probablemente ingenuo, “dios proveerá”… trabajando para ello, claro.